En un mundo dominado por la búsqueda del camino más fácil, existe una raza, los corredores, que son conscientes de la importancia del esfuerzo, que saben apreciar el coste que supone alcanzar una meta, que no tienen miedo a la soledad y tienen en la constancia su mayor virtud.
Los no practicantes jamás podrán comprender qué pasa por nuestras cabezas, cuál es la causa de nuestra “locura”, que nos ciega y nos lleva al agotamiento y recordar un duro entrenamiento nos
arranca una sonrisa.
Supongo que es el mismo efecto que provoca la droga, ya que engancha hasta el exceso. Un día sin entrenar parece inacabado, imperfecto. En cambio un entrenamiento superlativo nos lleva a alcanzar un estado de felicidad, es más que eso, un estado de paz interior.
Luchamos continuamente contra la desmotivación, la soledad y el dolor, pero cada pequeño logro nos sabe a gloria, la gloria del esfuerzo.
El detalle es importante porque cada segundo cuenta. La desesperación nos “corroe” cuando los tiempos no cuadran, porque el cronómetro es el que manda, pone a cada cuál en su sitio, te eleva a lo más alto y te sumerge al pozo más profundo.
Os quiero hacer partícipes de unas frases, de enorme energía, que recito cuando me faltan las fuerzas y hoy las necesito porque flaqueo:
Luis Morán Mendaña. Un atleta amateur.
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