Como muchos de ustedes ya sabrán, en estos días, un grupo espontáneo de trabajadores ha realizado dos sugerencias para la mejora de la formación del personal de talleres.
Estas sugerencias no han sido fruto de la ocurrencia. Son el resultado del trabajo de investigación, realizado durante varios años, por este y otros grupos similares, sobre la problemática de la formación en fábrica.
También se han tenido en cuenta la normativa internacional al respecto y los usos de alguna empresa que ha alcanzado la excelencia en la formación.
Estas sugerencias además, no representan en modo alguno el objetivo formativo que estos grupos de trabajo tienen en mente y suponen tan sólo un pequeño cambio de dirección en la filosofía de formación en fábrica, que permita que los pasos siguientes se produzcan en la dirección correcta.
Por ello, ahora hemos disfrutado del tonto placer del éxito y las felicitaciones, a pesar de que tenemos muchas cosas que agradecer y de que hemos jugado con cierta ventaja.
Ventaja porque estamos trabajando desde fuera del circuito de actuación y de toda su problemática, lo que nos ha permitido poner en tela de juicio todos los elementos del sistema sin estar personalmente implicados.
Ventaja por trabajar sin presión. Igual hubiéramos podido tardar cinco años ya que nadie nos pedía ningún resultado. Y agradecimiento en gran medida a la organización, que nos hayan facilitado lugares de reunión y otros apoyos para el trabajo.
También tenemos que agradecer a la Comisión de Formación que nos haya facilitado informaciones, actas y su total apoyo cada vez que les hemos realizado alguna consulta, así como reconocer el importante trabajo que se ha realizado desde esta Comisión de Formación y desde la propia Escuela de Formación, que no olvidamos, ha impartido cientos de cursos a multitud de personas en los últimos años.
Pero debemos entender que los tiempos nos han pillado a todos por sorpresa y que van tan rápido, que hemos pasado de la era industrial a la era de la ecología o sostenibilidad, sin haber realizado la era de la información. Llevamos pues un período de retraso. Es decir, hace 25 años éramos, claro, más jóvenes.
Los talleres estaban nutridos de personal formado en la Escuela de Aprendices. Los procesos de fabricación eran más robustos (duraban más sin quedarse obsoletos). El mercado estaba garantizado. Las responsabilidades estaban distribuidas con mayor uniformidad en la organización (respecto a la situación actual en que gran cantidad de personal se limita a realizar sus funciones).
Es decir, en el período anterior, un Director de Departamento era perfectamente capaz de detectar las necesidades de formación y llevarlas a cabo con la colaboración de la Escuela de Formación. Sobre todo porque eran pocas y se veían con claridad. ¿Quien podía tener en cuenta la velocidad del cambio de las cosas? ¿Quién podría pensar que de pronto un día, iba a ver a chavales manejarse naturalmente con un teléfono móvil, un mp3 o un mando de video sin ver las instrucciones?
Y de repente, nos encontramos con que toda la maquinaria que estamos recibiendo se soporta básicamente en la electrónica, la informática o la tecnología del láser o de traspondedores.
Donde antes se distribuía el movimiento de una máquina por correas, cadenas y ruedas dentadas, ahora vemos moverse cilindros por la acción de campos magnéticos, y sabemos que estos equipos tal vez no lleguen a durar cinco o diez años.
Un Director de Departamento, que antaño dedicaba un tiempo importante a firmar papeles, ahora tiene hasta arriba la mesa de su despacho y tal vez cuando se compromete, quizás con toda honestidad en febrero a decidir las acciones formativas para su personal, no es consciente de la velocidad con que llega noviembre ni el trabajo que esto implica y en el que también hay que ser experto.
No estoy disculpando a los grandes responsables. Intento constatar la realidad. Y vemos que la correcta gestión del conocimiento obliga a considerar y tratar la formación del personal con el mismo rigor y método que la reestructuración total de un taller o la búsqueda de nuevos mercados. Como cualquier tipo de actividad, debe ser objetivada, planificada, realizada y evaluada.
También obliga a educar en valores y en actitudes y a generar un clima de confianza y colaboración que propicie a medio plazo que la toma de decisiones de cierta importancia sea siempre colegiada. Entiéndase “consensuada”. Así pues, en los primeros pasos del proceso de llevar a toda la organización a una actitud de estar constantemente aprendiendo y enseñando, resulta necesario que los Jefes de Taller asuman que la determinación de objetivos de formación es una de sus funciones principales, y que se especialicen en ello.
Y en este sentido, seguiremos colaborando con la organización en la medida de nuestras posibilidades y constantemente agradecidos por la ayuda recibida, siendo además plenamente conscientes, del valor y la generosidad personal de quienes trabajan en formación, al ser capaces de potenciar y poner en consideración ideas de terceros sobre el trabajo y esfuerzo propios.
Juan Carlos García Dueñas
miércoles, 7 de mayo de 2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario