En fábrica, los comedores eran un hervidero de vida. Eran el sitio donde se oían historias de lo que hacía alguna gente. Manifestaciones y concentraciones. Pintadas, pegada de cartelas o impresión de propaganda. Allí se hablaba en relativa confianza de problemas de fábrica, de talleres, o de lo que hacían otros compañeros del sector gráfico.
Y cuando hablo de asamblearismo, veo un comedor que ha debatido los problemas, un día y otro, hasta que se han decantado las soluciones y veo unos representantes que van a hablar con la dirección, totalmente convencidos de lo que piensa y siente la asamblea.
No tiene mucho sentido justificar aquí las razones del cambio. Resulta evidente que los tiempos ya no son así.
Primero, algún representante aún hoy en activo, empezaba a emitir el discurso de que “no puede permitirse que en una asamblea hable gente sin cualificar”. Esto es, sin formación política y moral o conocimiento suficiente.
Esto tiene su por qué. Se empezaba a profesionalizar (para bien y para mal) una clase social dedicada a la política.
Y efectivamente, esto acabó cuajando, ya que durante otra serie de años ya se hablaba de “Subir a informar a los comedores” Véase la diferencia. ¡Subir a informar!
Pero esto, tampoco era fácil. Primero, porque el informador debe conocer en profundidad de qué se habla y todo el mundo no está en las mismas comisiones, ni trabaja en lo mismo y a veces, hay que repartirse la información entre distintos sindicatos y debe consensuarse al gusto de todos, etc.
Esto supone un tremendo esfuerzo y además mucha gente, entre los que me encuentro, ya no acepta la emisión de eslóganes o frases hechas, generalidades o juicios ideológicos de valor o de blanco y negro.
Como dato, durante la información del comité de empresa en el salón de 100, en la última huelga, no se llegaba a la veintena de personas.
Otro dato, es que tampoco se recuerda una asamblea, que no se haya resuelto con el planteamiento previo de los sindicatos.
Y claro, nos quejamos de que la gente ya no hace nada, ya no le importa nada y no reconocemos que entre otros, se ha perdido el valor de LA PARTICIPACION.
Pero precisamente era esta participación lo que diferenciaba a nueva plataforma de los sindicatos tradicionales. El asamblearismo era la forma en que al principio, la gente participaba. Se sentía hermanada y confiaba en sus líderes.
Entonces, si esto fuera así, sería necesario buscar una operativa que restaurase la participación de la gente, pero claro, la gente no somos solidarios y si pudiéramos, haríamos horas extras.
¡Qué problema!
Juan Carlos García Dueñas
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